A qué edad puede dormir un bebé en una cama (Transición de cuna a cama o cama montessori)

A qué edad puede dormir un bebé en una cama

Transición de la cuna a la cama: ¿Cuándo y cómo hacer el cambio?

Pasar al bebé de la cuna a una cama es un hito importante en su desarrollo. Esta transición debe realizarse en el momento adecuado y con las medidas apropiadas para garantizar la seguridad y el buen descanso del pequeño. A continuación, se expone la edad orientativa recomendada según expertos, las señales de que el niño está preparado, consejos de seguridad y prácticas para facilitar el cambio sin afectar su sueño, así como las diferencias entre una cama infantil convencional con barreras y una cama Montessori o cama baja.

¿A qué edad pasar de la cuna a la cama?

No existe una edad exacta válida para todos los niños, ya que cada uno tiene su propio ritmo de desarrollo. Sin embargo, la mayoría de los especialistas coincide en que este cambio suele ocurrir entre los 2 y 3 años de edad, cuando el niño gana independencia y desarrollo físico para dormir seguro en una cama. De hecho, generalmente los niños están listos para mudarse a una cama en algún momento entre los 18 meses y los 3 años. Los pediatras señalan que la decisión depende de cada familia y no hay una norma rígida, aunque alrededor de los 2 años suele ser un buen momento (si bien puede hacerse un poco antes o después sin problema).

Es importante asegurarse de que el niño haya desarrollado buenos hábitos de sueño antes de dar el paso, es decir, que logre dormir la noche completa o al menos tenga un patrón estable. Tampoco conviene demorar demasiado la transición una vez que el pequeño esté preparado: si la cuna se le queda pequeña o comienza a escaparse de ella, habrá que pensar en el cambio. De hecho, cuando el niño crece, la cuna puede volverse incómoda y él mismo “pedirá” el cambio intentando trepar y salir sin ayuda.

¿Esperar hasta más tarde mejora el sueño? Un estudio reciente sugirió que podría haber beneficios en no apresurar este paso y esperar hasta que el niño tenga cerca de 3 años si la situación lo permite. En esa investigación, los niños de 18 a 36 meses que aún dormían en cuna se dormían más rápido, tenían menos despertares nocturnos y dormían en total 29 minutos más por noche en promedio que aquellos que ya dormían en una cama. Por supuesto, cada caso es distinto y no siempre se puede (o debe) esperar tanto; lo fundamental es la seguridad del pequeño. En cuanto el niño pueda salir de la cuna por sí mismo, es preferible hacer la transición a una cama baja para evitar caídas y lesiones. La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda sacar al niño de la cuna cuando alcanza aproximadamente 90 cm de estatura o cuando el lateral de la cuna le llega a la altura del pecho (menos de tres cuartas partes de su altura), para evitar riesgos de caídas.

Señales de que el bebé está preparado para dormir en una cama

Cada niño mostrará indicios a su manera, pero estas son señales comunes de que un bebé (o más bien un niño pequeño, toddler) está listo para la transición de cuna a cama:

  • Intenta salir o trepar de la cuna: Es quizás la señal más clara. Si el pequeño descubre que puede escalar los barrotes y salir de su cuna, la cuna deja de ser segura y ha llegado el momento del cambio. Esto suele ocurrir cuando tiene alrededor de 2 años y medio o ha crecido hasta ~89–90 cm de estatura, momento en el que logra trepar por encima del barandal. Es preferible pasarlo a una cama antes de que se caiga intentando saltar de la cuna, para evitar un accidente. Además, si notas que la cuna se le ha quedado pequeña –por ejemplo, ya puede tocar ambos extremos con manos y pies, o le cuesta moverse dentro– probablemente necesita más espacio para dormir cómodamente.
  • Duerme toda la noche de un tirón: Si tu bebé ha consolidado una rutina de sueño y logra dormir bien durante la noche sin despertarse frecuentemente, la transición a una cama probablemente será más sencilla. En cambio, si todavía se despierta mucho o se mueve constantemente, podría ser conveniente mantenerlo en la cuna un poco más (mientras no haya riesgos) para no empeorar esos despertares. Un niño que duerme toda la noche demuestra la madurez suficiente para adaptarse a un nuevo espacio de sueño sin que eso suponga interrupciones excesivas en su descanso.
  • Controla esfínteres o empieza a ir al baño: Cuando el pequeño ha comenzado el entrenamiento para dejar el pañal (especialmente si pronto necesitará levantarse por la noche al baño), es una buena señal. Estar en una cama grande facilita que se levante solo para ir al baño o usar un orinal cuando lo necesite. Un niño en proceso de control de esfínteres diurno suele tener entre 2 y 3 años, rango en el cual muchos ya pueden comprender y participar en la transición de cama.
  • Muestra interés en una cama “de niño grande”: Algunos niños dan indicios más sutiles, como rechazar la cuna o decir que quieren dormir en una cama como la de sus padres o hermanos mayores. Si tu hijo se queja de su “cama de bebé” (la cuna) o expresa ilusión/curiosidad por usar una cama como la de los adultos, es un signo positivo de que mentalmente está listo para el cambio. Esta motivación interna puede facilitar mucho la transición, pues el pequeño la ve como algo deseable por sí mismo.

Nota: Aunque no es una “señal” del niño, la llegada de un hermanito suele ser un motivo para pensar en el cambio de cuna a cama. Si estás esperando otro bebé y necesitas la cuna para el recién nacido, puedes adelantar la transición del mayor siempre que tenga más de 18 meses y veas que está preparado. Los pediatras aconsejan hacer el cambio con varios meses de antelación al nacimiento, para que el niño mayor no sienta que “el bebé le quita su cuna” y tenga tiempo de acostumbrarse antes de la llegada del nuevo hermano. En caso de que tu hijo mayor aún no esté listo y la diferencia de edad sea pequeña, podría valorarse usar una segunda cuna para el bebé al principio, en vez de apresurar una transición para la que el mayor no esté preparado.

Recomendaciones de seguridad durante el proceso

Al pasar de la cuna a la cama, la seguridad debe ser la prioridad número uno. Ahora el niño tendrá más libertad de movimiento, por lo que es fundamental tomar precauciones adicionales. Algunas recomendaciones clave son:

  • Usar barreras o una cama baja: Elige una cama lo más bajita posible para minimizar cualquier caída. En muchos casos se opta por una cama infantil con barandillas laterales (desmontables) o incluso por poner el colchón directamente en el suelo mientras el niño es pequeño. Estas protecciones evitan que el niño se caiga rodando dormido. Si utilizas una cama estándar, instala barandillas de seguridad en los bordes de la cama durante la transición.
  • Habitación a prueba de niños: Asegúrate de que el cuarto esté completamente seguro y libre de peligros, ya que el pequeño podrá deambular cuando despierte. Ancla firmemente a la pared los muebles pesados (cómodas, estanterías) para que no puedan volcarse si los escala. Coloca seguros en cajones (o cinta) para que no pueda abrirlos y usarlos de escalón.

Protege los enchufes y retira objetos grandes o juguetes duros cerca de la cama (por ejemplo, caballitos balancines u otros que podrían lastimarlo en una caída).

Si la habitación no es completamente segura, considera instalar una puerta de seguridad en la entrada para evitar que salga durante la noche sin supervisión. Asimismo, resulta indispensable poner una barrera en lo alto de las escaleras de la casa para prevenir caídas si llegara a deambular de noche.

  • Colocar la cama lejos de ventanas y riesgos de estrangulación: Ubica la nueva cama en un lugar alejado de las ventanas, y nunca debajo de ellas. También mantén fuera de su alcance las cortinas, cordones o cables eléctricos (lamparitas, monitores) que pudieran enrollarse alrededor del niño. Asegúrate de que no pueda acceder a la cuerda de las persianas desde la cama por su seguridad. Mantener la cama separada de estos peligros reducirá significativamente el riesgo de accidentes.
  • No usar almohada ni literas antes de la edad apropiada: Recuerda que antes de los 2 años no se recomienda que los bebés duerman con almohada (por riesgo de asfixia). Si tu hijo aún es menor de dos años pero por seguridad tuviste que pasarlo a una cama, continúen sin almohada o con una muy plana por un tiempo. Asimismo, no coloques a un niño pequeño en una litera elevada; las literas sólo son aconsejables a partir de unos 6 años de edad, cuando ya suben y bajan con seguridad.
  • Supervisión inicial y medidas extra: Durante las primeras noches conviene vigilar al niño más de cerca hasta ver que se adapta bien. Puedes usar un vigilabebés (monitor) de audio o video para monitorear si se levanta de la cama. Como se mencionó, poner una puerta de seguridad tipo barrera en la puerta de su habitación puede añadir tranquilidad, manteniendo al pequeño contenido en su cuarto hasta que los padres acudan por la mañana. Igualmente, asegúrate de que el niño no pueda abrir la puerta de su habitación ni acceder a zonas peligrosas de la casa durante la noche.

Consejos prácticos para una transición exitosa

Hacer el cambio de la cuna a la cama puede generar ansiedad en los padres, pero con la preparación y actitud adecuadas se puede lograr de forma gradual y tranquila. A continuación, se presentan algunos consejos prácticos de especialistas para facilitar el proceso sin afectar el sueño del niño:

  • Mantén la rutina de sueño consistente: Procura no cambiar la rutina de la hora de acostarse que tenían con la cuna. Seguid con los mismos pasos (por ejemplo: baño, cuento, canción, etc.), en el mismo horario, ya que la predictibilidad le dará seguridad. Las investigaciones muestran que mantener rutinas regulares ayuda a los niños a conciliar el sueño más rápido y a tener menos despertares nocturnos. En definitiva, el único cambio debería ser la cama; todo lo demás (horarios, rituales, compañía) permanece igual para que el niño note la menor diferencia posible.
  • Elige un momento apropiado (evita otros cambios simultáneos): Lo ideal es que la transición a la cama no coincida con otros cambios importantes en la vida del niño. Si el pequeño está pasando por la entrada a la guardería, una mudanza de casa, la llegada de un nuevo hermano, o cualquier situación estresante, conviene retrasar o adelantar la transición para que no ocurra a la vez. En particular, no se recomienda apresurar el cambio solo porque viene un bebé nuevo (como ya se explicó, hazlo con tiempo para que no sienta desplazamiento). Tampoco es recomendable, si se puede evitar, hacer a la vez el cambio de cuna a cama y el cambio de habitación – si es que el niño aún dormía en el cuarto de los padres – porque podría ser demasiado cambio junto. (De hecho, muchos pediatras sugieren habituar al bebé a dormir en su propia habitación antes del año de edad, de modo que a los 2-3 años ya esté familiarizado con su espacio y solo se cambie la cama). En resumen: escoge un período estable y tranquilo para introducir la nueva cama, cuando puedas dedicarle atención y paciencia.
  • Involucra al niño y presenta el cambio de forma positiva: Haz que el pequeño se sienta entusiasmado por “graduarse” a una cama de mayor. Explícale con palabras sencillas que va a dormir en una cama porque ya se está haciendo mayor, y hazle ver el cambio como algo divertido y deseable. Por ejemplo, puedes decirle que ya es todo un niño mayor que merece incluso una “fiesta de pijamas” por estrenar cama nueva, o que si fuera un bebé tendría que seguir en la cuna pero como ya es grande puede usar la cama. Involúcralo en el proceso: llévalo de compras contigo para elegir su nueva cama o dejar que escoja sábanas y ropa de cama con sus personajes favoritos. También podéis decorar juntos la camita con sus peluches o juguetes preferidos para que la sienta como algo propio. Esta participación activa le dará sentido de control y hará la transición más llevadera y emocionante, en lugar de sentirla impuesta.
  • Transición gradual si es necesario: Algunos niños se adaptan mejor con un cambio paso a paso. Si tu hijo muestra mucha aprensión a dejar la cuna, puedes probar una transición gradual en etapas. Por ejemplo, primero quitar un lateral de la cuna (si es convertible) o bajar el colchón de la cuna al suelo para que duerma unos días allí dentro de la misma habitación. Luego, colocar ese colchón o uno de cama directamente en el suelo de su cuarto para que se vaya acostumbrando a dormir sin barandillas alrededor (esto elimina la sensación de encierro pero mantiene la altura baja). Más adelante, cuando lo veas cómodo, pasarlo ya a la cama montada con su somier. Otra técnica útil es empezar dejando que el niño use la cama nueva para las siestas diurnas o para leer cuentos antes de dormir por la noche. De esa manera, se familiariza con la cama en un contexto relajado. Conforme gane confianza durmiendo las siestas ahí, estará más preparado para pasar las noches completas en su cama. Recuerda que no todos los peques necesitan esta gradualidad; muchos están felices de cambiar de un día para otro, pero si el tuyo está dudoso, estas estrategias intermedias pueden ayudar.
  • Paciencia y firmeza las primeras noches: Es normal que, una vez en la cama, el niño explore su nueva libertad y se baje de la cama repetidamente al principio. Hay que manejar estas situaciones con tranquilidad pero con consistencia. Si tu hijo se levanta una y otra vez durante la noche, mantén la calma y simplemente regresa al niño a su cama en silencio las veces que haga falta

Se recomienda no armar juegos ni dialogar demasiado al devolverlo a la cama, para no reforzar esa conducta; actúa de forma “aburrida” pero amable, diciendo algo breve como “es hora de dormir, cariño, vuelve a la cama”. Si se queda en la cama, aunque sea por unos minutos, puedes reforzarlo con un elogio suave (“qué bien, estás en tu camita descansando”), pero sin entusiasmarlo tanto que quiera levantarse por atención. Algunos padres recurren a técnicas como el “pase para levantarse” (un cupón que le permite una salida del cuarto por noche para, por ejemplo, pedir agua), pero en niños muy pequeños a veces basta con ser constante en regresarlos a la cama. También puede darle seguridad saber que irás a verlo más tarde: dile que volverás a chequear en unos minutos (y cumple haciéndolo al rato) o que lo vigilas por la cámara; así entenderá que no está solo. Con constancia, la novedad de levantarse perderá emoción y el niño aprenderá que debe quedarse en su cama hasta la mañana

Cada niño es distinto: algunos duermen felices en su nueva cama desde el primer día, otros requieren más acompañamiento. Si se despierta muy temprano al principio, acude con paciencia; en pocos días o semanas la mayoría de los pequeños retoman una buena rutina de sueño una vez superada la novedad.

Cama infantil convencional vs. cama Montessori: diferencias y cuál elegir

Ejemplo de cama infantil estilo Montessori (cama baja) con estructura de casita de madera. Estas camas se sitúan prácticamente a ras de suelo y a veces incluyen barandillas muy bajas o parciales como protección.

Al dar el paso de la cuna, existen diferentes estilos de cama entre los que elegir. Las opciones más habituales son la cama infantil tradicional con barandilla (es decir, una camita pequeña con bordes elevados o barreras desmontables) y la cama tipo Montessori o cama baja (un colchón en el suelo o sobre una base muy bajita, sin barrotes que limiten al niño). No hay una opción universalmente “mejor” que la otra, sino que depende de las necesidades de cada niño y familia). A continuación, se detallan las principales diferencias, ventajas y consideraciones de cada tipo:

  • Cama con barrera (cama infantil tradicional): Son camitas de transición pensadas para niños pequeños, a menudo del tamaño de un colchón de cuna o un poco más grandes, con una estructura baja pero elevada unos centímetros del suelo. Llevan barandillas o paneles en los lados (ya integrados o añadidos aparte) que cubren parcial o totalmente los bordes para impedir que el niño se caiga mientras duerme. Suelen dejar una apertura por donde el niño puede subir y bajar, aunque a veces todavía necesitará ayuda de mamá o papá si la cama tiene algo de altura. Estas camas brindan al niño una sensación de seguridad y contención: el contacto con la barrera le recuerda inconscientemente a su antigua cuna con barrotes, un entorno conocido donde se sentía protegido. Por eso, los expertos las recomiendan especialmente para niños que duermen inquietos o les cuesta quedarse en la cama. Si tu peque tiende a despertarse mucho, a levantarse y aparecer en tu habitación cada noche, o presenta conductas como terrores nocturnos o sonambulismo, una cama con barrera puede ser conveniente. La barrera actúa como un límite físico y psicológico que le refuerza la sensación de “estar recogido” y puede reducir salidas impulsivas de la cama. Incluso en casos de sonambulismo se aconseja combinar la barrera de la cama con una puertita de seguridad en la entrada del cuarto, para evitar que el niño deambule por la casa sin despertar a los padres. En resumen, la cama tradicional con barreras proporciona una transición más gradual desde la cuna: el entorno de dormir cambia poco (sigue habiendo “bordes” alrededor), lo cual puede ser beneficioso para niños que necesitan un extra de seguridad emocional durante el cambio o que aún no han afianzado hábitos de sueño autónomo.
  • Cama Montessori o cama baja: Se trata de una cama diseñada según la filosofía Montessori, que prioriza la autonomía del niño. Básicamente es un colchón en el suelo o sobre una base muy baja, sin barandales altos ni ataduras. Esto permite que, desde temprana edad, el niño suba y baje de la cama por sí mismo, sin ayuda de un adulto. La gran ventaja es que fomentan la independencia y libertad de movimiento: tu hijo puede levantarse a buscar un juguete, coger un libro o incluso ir al baño (si ya está en esa etapa) sin obstáculos físicos. Además, al estar prácticamente a nivel del suelo, no hay riesgo de caídas desde altura – el pequeño podría rodar fuera del colchón, pero la distancia al suelo es mínima y difícilmente se hará daño. Muchos padres también valoran que, en caso de que el niño necesite compañía (por ejemplo, si tiene una mala noche), un adulto puede acomodarse momentáneamente en un colchón de camping o alfombra junto a la cama para consolarlo, gracias al espacio abierto alrededor. Ahora bien, las camas Montessori requieren más preparación del entorno: como el niño puede moverse libremente por su cuarto, es imprescindible que la habitación esté totalmente segura (tal como se describió en la sección de seguridad). Se suelen recomendar para niños que ya tienen un hábito de sueño establecido («buen dormidor») y cierta capacidad de autocontrol, ya que de lo contrario es posible que el peque aproveche su libertad para salir de la cama constantemente e irse con los padres u ponerse a jugar en vez de dormir. Por eso, algunos expertos sugieren no usar este tipo de cama antes de los 2 – 2½ años de edad, especialmente si el niño aún se despierta mucho por la noche. También no son ideales si el niño sufre parasomnias (sonambulismo, terrores nocturnos frecuentes), porque en esos casos la ausencia de barreras podría facilitar que camine dormido y se lastime. En cambio, son muy beneficiosas para pequeños con buen hábito de sueño que buscan más autonomía, así como para facilitar el proceso de control de esfínteres nocturno: un niño en cama Montessori puede levantarse solo al orinal fácilmente cuando lo necesite, lo cual refuerza su independencia en este aprendizaje. En definitiva, la cama Montessori brinda mayor libertad y apela a la responsabilidad incipiente del niño para quedarse en ella; funciona mejor con niños tranquilos o ya acostumbrados a dormir bien sin mucha intervención externa.

En la práctica, ambas opciones pueden ser seguras y efectivas si se toman las precauciones debidas. Muchos padres eligen primero una cama con barreras para hacer una transición suave, y más adelante, cuando el niño es algo mayor, pasan a una cama baja normal. Otros, alineados con la filosofía Montessori, optan desde el principio por la cama en el suelo incluso con bebés muy pequeños (aunque esto último no es lo más habitual ni recomendado por pediatras tradicionales debido a los riesgos mencionados con bebés que no caminan aún. La decisión debe basarse en la personalidad del niño y en lo que haga sentir más cómodos y seguros a todos. Como dice la experta en sueño infantil Alicia Marqués, “la verdad es que no hay una mejor que otra, solo una mejor para cada familia”. Lo importante es que, sea cual sea el tipo de cama, se garantice la seguridad del pequeño y se acompañe con cariño y paciencia este gran paso en su crecimiento. Si tienes dudas, consulta con tu pediatra; él podrá orientarte considerando las características particulares de tu hijo y tu situación familiar.

Fuentes: Asociación Española de Pediatría (AEP), Organización Mundial de la Salud (OMS), American Academy of Pediatrics (AAP) y recomendaciones de pediatras especializados en sueño infantil, entre otras. Todas las pautas anteriores están basadas en estas fuentes oficiales y en la experiencia clínica de especialistas en pediatría y sueño infantil. ¡Con preparación y calma, la transición de la cuna a la cama puede ser todo un éxito para ti y tu bebé!

×

¡Hola!

×